Mi historia y metodología


Mi historia y metodología


(si tienes ganas de leer, entenderás muy bien mi manera de trabajar)


Apasionada de la vida y de mi profesión, eterna estudiante y ejerciendo desde hace más de 10 años una de las profesiones más bonitas del mundo.

Licenciada en Psicología y especializada en terapia de jóvenes, adultos, parejas y familias desde el enfoque constructivista y sistémico. Docente del máster de Terapia Sexual y de Pareja de la Universidad de Barcelona impartiendo clases, conduciendo el espacio vivencial y trabajando en coterapia y supervisión con los alumnos de prácticas.

Estudio la carrera en la UB teniendo muy claro que quería dedicarme a la psicología clínica. No es hasta 3º o 4º que empiezo a tener algunas asignaturas clínicas, impartidas desde la corriente cognitivo-conductual (enfoque extendido debido a su antigüedad, facilidad para la investigación y de preferencia en nuestro país, por lo menos en aquél momento) y si querías formarte en algún otro enfoque lo tenías que escoger como optativa. Salgo de la carrera pensando que si quiero ser clínica, tendré que especializarme en esa corriente (TCC), y participo en un programa intensivo de formación y trabajo durante dos años en la Unidad de Terapia de Conducta de la Universidad de Barcelona. Salgo con las “tablas” que cualquier psicólogo novel necesita, feliz y agradecida a la pequeña familia de 10 compañeras y supervisores que me han hecho crecer día a día durante dos años, pero habiéndome ganado la fama de la chica de los “porqués”. Siempre bajo mi punto de vista, para mí la TCC pese a ser muy práctica, se queda en la superficie o “en la punta del iceberg”. Nos agrupa por síntomas y nos da manuales estandarizados para cada grupo, sea cuál sea nuestra procedencia, edad, momento vital o historia de vida. Trabajando bajo esta perspectiva, había mucha gente que mejoraba, pero mucha otra que me decía “Anna, esto que me propones es muy lógico pero no lo siento, o no me sirve”. Yo, sufría, sentía que limaba algo que al poco volvería a emerger, porque no sabía ni interesaba desde este enfoque porqué esa persona tenía ese síntoma o malestar, cómo se había construido esa persona para actuar y sentir de esa manera que tanto daño le estaba haciendo y que se había acabado expresando muchas veces de manera sintomática.

Como «caminante no hay camino», conozco a grandes personas y profesionales trabajando en diferentes centros que enfocan su trabajo a través de las gafas del Constructivismo, me atrae muchísimo y decido formarme, pues pienso que va mucho más allá. Y me cambia total y absolutamente mi visión terapéutica. El constructivismo como su propio nombre indica, nos dice que cada persona construye la realidad a su manera. Similar a la “tabula rasa” de John Locke, nacemos en blanco y vamos añadiendo contenido y referencias: cómo soy, cómo debemos comportarnos, qué tengo que hacer para ser querido y/o exitoso…y creamos esquemas cognitivos, emocionales y relacionales propios y únicos, que a veces entran en conflicto y nos generan un malestar que alerta a nuestro sistema de que algo falla…Como terapeutas constructivistas tenemos que mirar a las personas que tenemos delante como seres únicos, tratar de ver su funcionamiento y reflejar el nudo o nudos que se han producido. A veces con hacer de espejo es suficiente para que la persona sepa qué hacer o cómo salir, otras veces necesitará herramientas, recursos o intervenciones determinadas.

Y ¿qué pasa cuando transformo mi metodología? Que las terapias se acortan y la gente rara vez vuelve a consultar por el mismo problema. Y yo feliz. Pero ay cuando tengo la primera terapia de pareja delante… Me acordaré toda la vida, pues no sabía qué narices hacer con todo eso que me estaba pasando por delante. Podía comprender las individualidades, pero no las dinámicas que se estaban dando entre los dos. No hablemos ya de una terapia familiar…Tenía cierta formación en terapia de pareja desde el enfoque sistémico de cuando me especialicé en constructivismo, pero sentía que se me quedaba muy pero que muy corta, por eso decidí estudiar la carrera (ay perdón, el máster) de cuatro años de Terapia Familiar Sistémica en el Hospital de Sant Pau. Y entonces sí, entendí las interacciones que se dan entre dos o más personas que conforman un sistema (pareja, familia, grupo de amigos, de vecinos, de empresa…), que esas interacciones son constantes, que buscan mantener el sistema al precio que sea, etc. Ya me sentía preparada para poder ofrecer también terapia a parejas y familias.

Y ¿hasta aquí mi formación? En absoluto, sé que me falta muchísimo por aprender y que nunca terminaré, por eso he ido asistiendo después de estas formaciones más amplias, a diferentes seminarios, cursos y talleres entorno a la sexualidad, la terapia breve estratégica, narrativa, terapia centrada en las emociones… Y a la vez formo parte de un grupo de supervisión quincenal, que me mantiene en constante revisión y me da la tranquilidad de saber que nunca me cerraré en mis propias hipótesis.
Por otra parte la docencia también forma y ha formado parte de mi recorrido profesional, empezando por algunas substituciones docentes en la Licenciatura y Grado de Psicología de la UB, la tutorización y también docencia de algunas asignaturas en la UNED o el actual rol que explicaba al principio en el Máster de Terapia Sexual y de Pareja